Mi nuez, bocado inverso,
sufre el rigor de las luciérnagas
encierra ante si todos los besos
que acaban alrededor de la contera.
Mi nuez, ascensor diminuto,
guarda el recuerdo de tus blancas cuchillas
arrancando chispas del límite
convirtiendo rosado en rojo con rigor
erosionando venas con cinceles ciegos.
Mi nuez, palabra atragantada,
recoge el fuego caído de mi mentón
y lo acuna a la espera de verte
para lograr encender tu pecho de alondra.
Mi nuez, monte que no para,
resucita la sensación que da el agua fría
cada vez que la miras fijamente
y susurras a su lado eléctricas pavanas.