desarmado
por la realidad que ciega
palabra y sueño y afán
y siesta a las doce y volúmenes
que ya no sonríen
avanzar a tientas cuando
se recoge sequedad en el alma
y ni siquiera quedan mesas
— ni vacías ni ocupadas —
para tanto alicaído por la
verdad herida y discordante
que llamamos visión congénita
o yedra asfixiando caderas
o estío con aguaceros
nunca gusté de otros ritmos
que los marcados por las mareas