Es inacabable el momento
en el que
tu piel
consigue erizar la mía,
es inabarcable el gemido que
ensalza cada una de mis caricias,
es inagotable la lozanía con la que
embestimos cadera contra cadera,
es inigualable el albor con el que
deslumbramos al sol mismo…
es eterna la entrega con la que
fundimos tu sudor y mi sudor
logrando así un torrente
que baña
mis ansias, tu afán
y en el que el ánade alza su vuelo perpetuo.