Llegaste a mí con fulgor de primavera
enredado entre los dedos de los pies
— por eso florecieron mis manos —
llegaste con esquirlas de bronce
anidando en tu voz de palmera
— recordándome tiempos de esparto y cinta roja—
llegaste con huellas de tantas noches
colgando de tus pestañas
— flores violetas enmarcando madrugadas —
llegaste con heridas abiertas
donde sólo cabe silencio
— distintos puñales para las mismas llagas —
llegaste con sabor a atún rojo
cosido a los labios aún naciendo
— todo el mar refugiado en tu boca —
llegaste con los senos ardiendo
en sarmientos y poleo
— sabores de niñez que aún vuelven a mi boca —
llegaste con la fuerza entreverada
de quien nunca durmió bajo pedestales
— refulgía la piel como nácar tornasolado —
llegaste como las olas a la playa:
dulcemente
pero sin dejar de arrastrar la arena que eran mis ojos