El río

El río que aúlla por mis carnes
es el mismo
que fluye por las tuyas;
verde, rosa, azul, cambiante,
atrona en las orillas.

Río fuerte que no gusta le seduzcan
montaraz,
influyente,
resonante,
salta puentes, limpia cantos, roba ojos
reduce jaras y encinas,
arrolla molinos con su fuerza,
es feliz al oír el rasgar que desafina.

En mi río han muerto muchos,
en el tuyo...
¿no era el mismo?
Desconfía de lo que veas,
cierra los ojos y busca la perdida
esencia.
La línea que escondida tras la niebla
guía muy claro al que transita.

Su gusto, recuerda cambiante, clama
al sol de cada día
y varía ya su cauce,
sus orillas,
como muda su ropa para sentir
transcurrir el día.

Ríe el río al sentirse halagado,
llora helado al calor del mediodía
desemboca, circular,
en si mismo, como cantan
los poetas al sentir la melodía.

Elige el sabor cada mañana,
muda el color por las esquinas,
recuerda, cambiante,
gira al compás que más le atina
así, minutos, horas,
recrudece pozos en la orilla
y gusta de guardar al navegante
por sus aguas
bravas, tiernas y cautivas.

¡Quién navegara por tus aguas
siempre, siempre
años y más años, días y más días!