Canto al sol

Desperezo mi hueca osamenta al sol,
y la sangre se vierte en mi cabeza
ungido por la tinta de mis versos
logro apartar de mí tanta aspereza.

Mis dedos sostienen un roto cálamo,
mis manos ya manchadas por la gama
de colores intentan agradar
torpes, sin caricias, a mi fiel dama.

Por que no se ven los colores, no,
ellos sudan, viven, tejen el alma,
bordan delicados paños que cubren
la palmera, el dátil, también la palma.

Intento sobrevivir, tantas luchas,
guerras cotidianas breves que espantan
el fragor de la belleza que escapa
el rigor que las sonrisas no plantan.

Y también quiero ser siempre hortelano,
conseguir que el frío desierto ría,
que un río se desborde temeroso,
que el colorín despierte y tú sonrías.

Mis fuerzas no menguan, se regeneran,
renuevan con el sol de la mañana
y mi daga ya está en el tahalí
aquel que me regaló una gitana.

Ven, acercate ya a mis formas breves,
a mi rostro manchado, terminado,
y dejate llevar por el dulzor
que de mi pecho surge acompasado.

Y luego cuando la luna nos tiña
con su inmenso mar de plata y silencio
iremos a nadar a bravas aguas
con las carencias que, pobre, evidencio.

Y te amaré siempre sonriente,
no de noche ni de mañana.